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Cuando a comienzos de octubre entras en el supermercado y te felicitan la Navidad no es por el cambio climático. Que en agosto ya comiencen a instalar las primeras leds en las calles de Vigo para que luzcan al paso de los Reyes Magos es porque, como dice el alcalde de esa ciudad «sino, no nos da tiempo».

Debe ser porque corremos al sprint en una carrera de fondo, la vida. Y lo llevamos al límite en nuestro día a día, comemos rápido, pagamos a tanta velocidad que ni tocamos el dinero, las aplicaciones de los móviles y el pago con tarjeta se encargan del resto.

Pero el tiempo no pasa igual para todos, no vale lo mismo una hora de trabajo de un dentista o un fontanero que la hora de espera de un parado, entre otras cosas porque este último no cobra por aguardar su turno.

Hemos pasado de la generación JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) a la generación TIKTOK (Todo Inmediato Ke Tengo Otras Kosas).

Y para ir más rápido, me compro un patitene eléctrico, me salto los semáforos, porque sino no llego. ¿Pero adonde? No se, pero no llego, no me da la vida.

Y a tanta velocidad, compramos sin mirar, ya no el precio, maquillado por envases más pequeños y colores más llamativos, sino tampoco nos cuestionamos la procedencia de los productos, con el eterno convencimiento de que «todo viene de China».

Nada más lejos de la realidad, ni las naranjas vienen de China ni de Valencia. Imposible de hacer una fotografía fija, a tanta velocidad que nos movemos.

Os invito a mirar de dónde vienen los productos que compramos y hasta el precio por quilo. Que un huevo de chocolate con regalo en su interior, lo estamos pagando a más de 60 euros el kilo, aunque ese Kinder nos cueste poco más de 1 euro. Pues sí, amigos, eso es lo que esconde el antídoto ideal con el que paliar la rabieta de cualquier criatura. Pero con las prisas que todos llevamos, ni reparamos en ello.

Y volviendo a los cítricos, que tantas hectáreas ocupan en la comunidad valenciana, parece insultante que desde Barcelona nos preguntemos ¿de dónde vienen?

Las naranjas que se venden en la mayoría de supermercados, incluso en los nacidos en la ciudad del Turia, vienen de Sudáfrica y de Argentina en su mayoría. Vamos, comercio de proximidad, proximidad al contenedor en el que maduraron durante su viaje transoceánico.

Y en este viaje, que es la vida, vamos tan rápido, que no vemos ni el paisaje. Te das cuenta de la velocidad con que pasa el tiempo cuando abres el álbum de fotos familiar y te cuesta reconocerte en quien fuiste. ¿Por qué nos empeñamos en pisar el acelerador? Y la respuesta, como en un bucle, «porque no nos da la vida».

Por Jesús Abad

Periodista multimedia desde 1996

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