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Filomena le ha puesto el nombre a una de las nevadas más grandes de nuestra historia más reciente y más cercana. Las postales de ciudades y pueblos blancos viajan de móvil en móvil, mientras miles de personas quedan atrapadas durante horas en carreteras, aeropuertos y hasta en supermercados.

La Puerta del Sol, en Madrid, se ha convertido en un escenario para selfies. Los hay que se han lanzado al cuarto trastero para desempolvar el trineo, las raquetas para los pies o el par de esquís comprado de segunda mano, porque «para una vez que nieva, no me los voy a comprar nuevos».

Pues esa vez llegó y les pilló con el pie cambiado a las autoridades, que sean del color que sean sin importar la ciudad, buscan en el bolsillo de las buenas palabras para calmar a quien lleva 35 horas en la cabina de un camión, a 140 kilómetros de la capital, como el conductor que cuando le ponen un micrófono estalla: «Pues como no busquen una solución, no se qué van a comer mañana y pasado, porque llevo el camión lleno de pollos frescos».

Lo de que están frescos, nadie se lo discute, porque el mercurio sigue bajo cero desde hace días por buena parte del país. Más de 700 carreteras seguían cortadas en la mañana del domingo y el aeropuerto internacional Adolfo Suárez, con los paneles sin vuelos para las próximas horas.

Dice el ministro del Interior que no sabe si podrá aterrizar el avión que mañana trae las vacunas para la próxima semana y tampoco sabemos si se podrán repartir a todos los centros. «Espero que sí», susurra al final de la conexión. De los que ingresaron hoy en la UCI, nadie dice nada, quizás porque no pudieron llegar al hospital, tal vez porque no los hubo.

Cambio de cadena y habla el alcalde de la capital. Le preguntan qué solución tienen para quienes viven en la calle y responde que han abierto algunas estaciones de metro para darles cobijo. De las 800 familias que llevan tres meses sin luz en el poblado de chabolas de la Cañada Real ya nadie habla. «No hay tiempo para tratar otros temas importantes, ya sabe cómo es esto del Telediario», aclara la presentadora y nos deja sin ver qué otras preguntas quedaban en el telepromter si es que las había.

Los programas de radio hilvanan horas y horas de testimonios a cual más inquietante, que van desde quienes quedaron en un tanatorio velando al muerto a quienes llevan días encerrados en un centro comercial a la espera de que lleguen los quitanieves.

Son millones las almas expectantes que disfrutamos del calor del hogar sin reparar en el aumento del 27 por ciento que traerá el recibo de la luz el próximo mes. También son muchas las que ahora mismo están en apuros como la embarazada que siente contracciones pero no puede llegar al hospital y recibe las indicaciones a golpe de teléfono o de videollamada en el mejor de los casos.

Los noticieros son monotemáticos. Vemos a reporteros tiritando de frío, con nieve hasta en las cejas, que nos dejan helados al ocultar sus rodillas bajo un manto blanco y dar paso a imágenes de los árboles caídos o decenas de coches abandonados en la M-30. Entretanto, héroes anónimos doblan el turno, conscientes de que su sueldo no se verá incrementado como tampoco lo hizo por el sobresfuerzo de los peores días de la pandemia, para cubrir a los compañeros que no podrán llegar al servicio.

Suena Hallelujah en la voz de Leonard Cohen en el transistor de la cocina y en la Cadena SER conversan con Raúl, un auxiliar de enfermería que acaba de recorrer a pie los 15 kilómetros que separan Carabanchel de Majadahonda para llegar al Hospital Universitario de Puerta de Hierro.

Son muchos, esos héroes y heroínas anónimos, que no aparecen en los titulares de los informativos ni en los discursos de los gobernantes, pero que le dan sentido a la vida.

El personal sanitario, al que tanto aplaudimos en pleno confinamiento, los transportistas, quienes sacan su coche todoterreno del garaje para llevar al vecino a la sesión de diálisis, el personal de los servicios más esenciales y más olvidados cuando se trata de subir sueldos o de bajar impuestos.

Esas huellas que quedan sobre la nieve y que en pocas horas se borrarán, desaparecerán, pero nunca debemos olvidar que existieron.

FOTO: Compartida en redes por Julio Mayol, director médico del Hospital Clínico San Carlos.

Por Jesús Abad

Periodista multimedia desde 1996

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